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miércoles, 25 de mayo de 2011

INFORMACIÓN Y COMUNICACIÓN

Desde la antigüedad, a partir de la invención de la escritura, el hombre comenzó a distinguir y describir, mediante símbolos y signos gráficos (alfabéticos), los elementos o fenómenos que se producían en su entorno o hábitat. Es decir, que archiva en diversos materiales físicos (papiro, pergaminos, piedras u otro soporte) los sucesos que ocurrían en esos momentos. Estaba almacenando información importante. En otras palabras, guardaba para la posteridad conocimiento.
 
Pero, al registrar los hechos acontecidos, ya nuestros letrados del neolítico (periodo histórico donde se descubre la escritura), realizaban una doble función. Por un lado, archivaban los actos (sean estos humanos o fenómenos naturales) para que generaciones posteriores tuvieran la oportunidad de hacer un recorrido retrospectivo de la historia y, de esta manera, acercarse al conocimiento del mundo antiguo.

A su vez, sus archivos permitían a muchas generaciones posteriores a que se ilustren en base a los conocimientos que se desarrollaron y esto sirvió luego como base para desarrollar más ciencia, es decir generar sabiduría mediante la observación, el razonamiento y la tekné o tecno.
Es así, que el ser humano, mediante su capacidad creadora (ciencia y tecnología) permitió que los letrados del pasado registraran los conocimientos y descubrimientos que hasta hoy son materia de estudio, análisis, descripción y asombro.
Hoy a la luz del avance del conocimiento, podemos aseverar que los escribas de antaño ya sabían distinguir con precisión tres términos que hoy manejamos como si fueran iguales en concepto o definición: información, conocimiento y sabiduría.
Por eso, hoy es necesario establecer una distinción esencial entre tres planos intelectuales a la información, el conocimiento y la sabiduría. Aunque muchas veces los empleamos como sinónimos, sus diferencias son más importantes de lo que pueda parecer. Pero, cuando se trata de hacer un estudio desde el plano académico, científico, intelectual o de especialidad (semiótico, lingüístico, etc), tenemos que separarlos con claridad.

Veamos, en ese sentido cómo el Diccionario de la Real Academia Española define a cada uno de ellos:

a) Información: “Comunicación o adquisición de conocimientos que permiten ampliar o precisar los que se poseen en una materia determinada.”
b) Conocimiento: 1. “Acción y efecto de conocer. // Entendimiento, inteligencia, razón natural”.
c) Sabiduría: “1. Grado más alto del conocimiento.// 2. Conducta prudente en la vida o en los negocios.”
Sin embargo, La información es a veces apariencia de conocimiento y, tal vez, de sabiduría, pero no tendría que identificarse con ambas. Aun así, parece que una rigurosa y vasta información es la base necesaria para avanzar en el conocimiento. Mientras que, la sabiduría, “grado más alto del conocimiento”, supera el mero conocimiento de las cosas, ceñido a la reflexión comprensiva sobre la información, y permite relacionarse intelectualmente con otras áreas o bien, habilita para una recta aplicación práctica del conocimiento.

Tras la precisión de los términos información, conocimiento y sabiduría, nosotros creemos que si bien ellos en algún momento, aparentemente, se integran (o se incluyen hablando en términos actuales) para darnos a conocer nuevos resultados del intelecto humano, no cabe duda que la información para que sea tal, debe tener o poseer conocimiento. Es decir, información no es está ceñido a dar a conocer una noticia como hoy se le atribuye al término.
En el ámbito académico, la información es el bagaje de aportes cognitivos, científicos, técnicos, e incluso artísticos (que sería el conocimiento humanista).
Con este preámbulo aclaratorio o de precisión de términos, hoy como nunca en la historia se había vivido una acumulación tan increíble de información, conocimiento y sabiduría, con imágenes tan dispares y alejadas en el espacio. Gracias a la revolución en las comunicaciones lo ha hecho posible.
Millones de personas en el planeta conocen diariamente los usos y costumbres de otros tantos millones gracias al uso de las telecomunicaciones.
Han surgido nuevas actitudes en este Planeta “integrado”, donde la información es ya patrimonio universal. Sin embargo, es obvio, que la emisión de innumerables datos sobre realidades alejadas de un individuo y su circunstancia cotidiana, no siempre acarrea un mejor conocimiento del mundo. La sobrecarga de “basura” moral en Internet, pero también de información neutra e innecesaria, es uno de los peligros al alcance de la mano.

En una sociedad en donde el ocio se valora tanto que los medios se disponen para obtener un mayor rendimiento del placer a base del menor esfuerzo, las páginas llenas de pornografía, violencia o simples estupideces, colman la red y se prestan a abrirse frente al lector desprevenido en cualquier momento.

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